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Otra visión de la Gesta Libertadora en América (I)

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El Marqués de Valle Umbroso: 

‘Un peruano que se negó a aceptar el curso de la historia’

Por Alexis Arévalo Vergara 

Conmemorado un año más de la proclamación de nuestra independencia veo oportuno escribir un artículo de reflexión histórica sobre la visión de lo que fue la gesta libertadora en América desde la perspectiva de un personaje ubicado entre los que pelearon a  favor del domino español, un hombre que ocupó la cúspide de la escala social, política, militar y económica en las postrimerías del periodo virreinal de nuestro país. Me refiero al limeño Don Pedro José de Zavala y Bravo, VII Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso, quien ha sido ya estudiado desde el punto de vista genealógico mas no se ha realizado en detalle un estudio sobre su parecer político, dando solo breves menciones sobre algunas opiniones que dio a lo largo de su vida.

Pretendo así brindar dos entregas en las que tengamos la oportunidad de conocer un poco más profundamente el sentir de aquél vencido que vio con horror y tristeza los cambios derivados de la pérdida de poder español en esta parte del nuevo mundo, del que experimentó el asedio de los independentistas contra las fuerzas realistas por todos los frentes y que se negó a aceptar aquella ‘apatía’ peninsular que terminó sumando al ideal libertario que sellaría la independencia con la gloriosa Batalla de Ayacucho, desarrollada el 9 de diciembre de 1824 sobre la Pampa de la Quinua.

La Gesta Libertadora en América

El Perú se encontraba invadido por un ejército combinado chileno-argentino, comandado por el brillante general D. José de San Martín, que a pesar de su sagacidad no pudo lograr los propósitos anhelados de finiquitar nuestra independencia. Retirado San Martín, hizo su ingreso D. Simón Bolívar, el cuál solo pudo rivalizar con las fuerzas realistas, gracias a la unión de todos los ejércitos, tanto de la Gran Colombia, como los de San Martín y las compañías enteramente peruanas que se habían unido para tal fin.

Debe ser de conocimiento público, que el ejército realista del Virrey D. José de la Serna, no estaba conformado exclusivamente por españoles sino más bien era todo lo contrario, ya que la gran mayoría de realistas eran peruanos de todas las clases sociales, pobres y ricos, todos fieles a la causa monárquica y a D. Fernando VII Rey de España y del Perú. Ejemplos de estos peruanos, los hay varios, entre los más celebres se encuentran los de los hermanos D. Leandro y D. Ramón Castilla y Marquesado, el primero realista y el otro libertario. Resulta curioso, que ambos lucharían uno contra el otro en la última Batalla de Ayacucho (9-XII-1824), para luego estrecharse con sendos abrazos en un cálido reencuentro fraternal.

Si existe aún alguna duda en el lector respecto a si las clases indígenas apoyaron al ejército español por decisión propia u obligada; la respuesta nos la da Fernán Altuve-Febres Lores, quien en su artículo “Los últimos soldados del Rey”, parte integrante del libro “Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Vol. 1”, dice sobre el particular que “los comuneros de la Sierra de Huanta en Ayacucho (…) fueron amantes del rey, a quien consideraban como un padre común, un enviado de Dios, que se había convertido para ellos en el inca católico. Por esto el vínculo de vasallaje que los unía a la corona estaba potenciado por una poderosa relación filial y sacral”.

En tal sentido, los vencedores de la batalla de Ayacucho no debieron sorprenderse mucho de que se iniciará un “movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el “infame gobierno de la patria” como ellos (los comuneros) decían”. Es así que uno puede entender que nuestro país estaba totalmente dividido ideológicamente. En tal sentido, y siendo costumbre en la historiografía el de relatar los hechos de los vencedores he decidido escribir este pequeño artículo no de un vencedor sino más bien de un vencido, algo poco común pero que claramente nos ayudará, a los amantes de la historia peruana, a comprender un aspecto que fue parte de nuestra realidad, y que desgraciadamente muchos desconocen.

El Marqués y su familia

El personaje materia de este artículo, D. Pedro José de Zavala y Bravo, VII Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso pertenecía a uno de los linajes más connotados de la sociedad limeña virreinal. Su genealogía es verdaderamente interesante y muy extensa, según he podido corroborar luego de la lectura que di a su Expediente de Ingreso como Caballero de la Orden de Calatrava, que se encuentra depositado en el Archivo Histórico Nacional, Consejo de Órdenes, No. 12599, año 1826, y que consta de nada menos que de 474 páginas.

Según el expediente, D. Pedro José de Zavala y Bravo, VII Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso, nació en la ciudad de Lima, fue bautizado en el Sagrario de la Catedral un sábado 21 de mayo de 1779. Llegó a ser Gentil hombre de la Cámara de S.M. con ejercicio, Caballero Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel La Católica, y de la Militar de San Hermenegildo, Brigadier de Infantería de los Reales Ejércitos y Coronel del Batallón de Españoles de Lima.

Sus padres fueron D. Pedro Nolasco de Zavala y Pardo de Figueroa, VI Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso, nacido en el Cuzco, y bautizado en el Sagrario de la Catedral de dicha ciudad el 21 de noviembre de 1761 y de doña Ana Micaela Bravo del Rivero y Zavala, con la que había casado en la Catedral de Lima el 18 de diciembre de 1777. Doña Ana Micaela era hermana entera de D. Diego Miguel Bravo del Rivero y Zavala, I Marqués de Castel Bravo del Rivero, Caballero de la Orden de Santiago, natural de Lima. Resulta interesante comentar que sus abuelos paternos fueron D. Tadeo Martín de Zavala y Esquivel Vázquez de Velasco, Contador Mayor por juro de heredad de la Superintendencia General de la Santa Cruzada de Lima y Alcalde Ordinario de Lima en 1751 y doña María Ana Pardo de Figueroa y Esquivel, IV Marquesa de San Lorenzo de Valle Umbroso, con quien había casado por poder el 25 de julio de 1751 en la Iglesia del Asiento de Urguillos, Villa de Guaillabanta, Provincia de Urubamba en Cuzco. La novia era natural del Cuzco y  proveniente de las mejores familias de la región, en donde tuvieron valiosísimas propiedades que fueron finalmente heredadas a través de la institución del Mayorazgo por D. Pedro José de Zavala y Bravo, personaje al que se la dedicado esta investigación y quién casaría con doña Grimanesa de la Puente y Bravo de Lagunas, II Marquesa de la Puente y Sotomayor, con la que tuvo larga descendencia. 

Iniciado el proceso independentista, el Marqués continúo apoyando a los realistas; fue así que por decisión del Virrey La Serna, es mandado a España para solicitar a S.M. socorro para los ejércitos reales del Perú. El Marqués tuvo que dejar a su esposa, quien quedaría encargada de velar por sus intereses, viéndose obligada a administrar como mejor podía el vastísimo patrimonio de la familia, que finalmente quedaría arruinado. Así lo señala el distinguido Sr. D. Paul Rizo-Patrón Boylan en su libro “Linaje, Dote y Poder. La nobleza de Lima de 1700 a 1850”, en la que indica que al regreso del Marqués a nuestro país se llevó una terrible sorpresa al ver que sus “propiedades eran apenas rezagos de aquello que había constituido su fortuna”.  Es más en su Testamento (Ver: Escribano de Lima Baltasar Núñez del Prado, Fecha: 26 de enero de 1850, fs. 563, Protocolo del año 1851) indicaba que su esposa se había excedido con sus facultades y había destruido “los bienes de ambos y los que no lo eran”.

El VII Marqués de Valle Umbroso tuvo con doña Grimanesa de la Puente y Bravo de Lagunas, II Marquesa de la Puente y Sotomayor, doce hijos, entre los cuáles hubo los que lograron ventajosos matrimonios gracias a las conexiones de su padre en la corte, pudiendo convertirse en tronco de muchos distinguidos linajes españoles, llegando a ostentar distintos títulos nobiliarios tales como: Marqués de la Puente, Marqués de Sierra Bullones, Duque de Arión, Duque de Cánovas del Castillo, Grandes de España, etc.

Esto nos da una idea de la calidad social del personaje, que no solo se ubicó entre lo más granado de la sociedad limeña sino también en la peninsular, y no debemos sorprendernos de ello, ya que los peruanos nunca fueron discriminados de tales distinciones, ejemplos de ellos los hay varios, entre ellos están el peruano D. Juan Vásquez de Acuña y Bejarano, Marqués de Casa Fuerte, que fue nombrado Virrey de Nueva España (México) entre 1722 a 1734, alta distinción que solo se daba a los más hábiles funcionarios de la corona; otro ejemplo sería el peruano D. José Miguel de Carvajal Vargas y Manrique de Lara, II Duque de San Carlos y Grande de España y Caballero de la Orden de Santiago, quien llegó a ser Ministro del Rey Fernando VII (1814) y Embajador de España en Viena (1815) y Paris (1823 y 1827-1828), capitales de los más importantes imperios.

Pero si aún hay dudas podría señalar el caso de los peruanos indígenas pertenecientes a la antigua casa imperial de los Incas, que según Miguel Luque Talaván en su libro “Bibliografía española de genealogía, heráldica, nobiliaria y derecho nobiliario en Iberoamérica y Filipinas”, indica sobre el particular que “el emperador Carlos, por Real Cédula del 9 de mayo de 1545, reconoció nobleza <<de muy alto rango>> en don Gonzalo Uchu Hualpa y don Felipe Tupa Inga Yupangui (…), y que incluso <<les llamó Hermanos y Altezas, concediéndoles el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro (hecho singularísimo), el derecho a permanecer cubiertos en su real presencia (lo que indicaría la concesión de la Grandeza de España de boca de S.M.), a presidir todos los tribunales, concejos y cabildos de todos sus reinos y a mantener una pequeña corte con sus propios consejeros>>”.


2 comentarios

  1. Jorge Ayllon dice:

    Interesante visión histórica, ayuda a entender, fuera de apasionamientos, la situación y pensamiento de la población en el Perú y España es aquellos tiempos.
    Muchas gracias

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